Haciendo amigues en la cola del Registro


 

Enrique quería llegar pronto a la cita previa que tanto le había costado conseguir en el Registro Civil. De ningún modo podía permitirse perderla, porque ya casi no le quedaba margen. Las listas electorales estaban a punto de cerrarse y tenía que conseguir como fuera convertirse en Enriqueta para ocupar ese puesto que le garantizase al menos otros cuatro añitos en el cargo. El Gobierno acababa de aprobar esa ley de paridad que hacía obligatoria las listas cremallera, con lo que, de repente, una gran cantidad de mujeres iban a verse aupadas a los puestos más altos, y él no quería quedarse fuera. Sería la primera mujer trans en el ayuntamiento de su pueblo y eso encima le garantizaría sus minutos de gloria en la campaña electoral.

Total, sus hijos ya eran mayores y se lo tomarían bien y su mujer estaba de acuerdo, se acababa de teñir el pelo de morado y había cambiado su perfil de Facebook para contarle a todo el mundo que a partir de ahora ella era bisexual y transfeminista, como la Pam. Que menudo chollo tenía la Pam, cobrando más de 120.000 euros al año en su primer trabajo, sin experiencia ni curriculum ninguno, sólo repitiendo las chorradas que gritan las adolescentes en las manifestaciones del 8M. Enrique lo tenía clarinete, a listo a él no le iba a ganar ninguna niñata.

Las cosas se complicaron cuando llegó al Registro. Él ya sabía que iba a haber cola. Había visto las noticias sobre la huelga de los letrados de Justicia y sabía que había retrasos, pero con el sistema de cita previa no esperaba encontrarse a más de 20 personas por delante de él, como había allí. No importa, se dijo Enrique, de aquí no me voy sin el certificado que acredite que ya soy mujer. Y se preparó para la espera. Delante tenía a un chico joven vestido con ropa deportiva, le preguntó y resulta que él tenía su cita media hora antes que Enrique. Se llamaba Antonio y estaba allí para lo mismo que él.

Resulta que Antonio quería ser futbolista profesional y aunque no era ningún crack, tampoco se le daba mal. El problema es que el nivel estaba muy alto y Antonio no conseguía subir de regional, así que se iba a inscribir como mujer. Ya lo tenía hablado con un club femenino de segunda que este año pretendía subir como fuera a primera, y hasta le iban a pagar. Total, siempre le habían llamado Toni, eso no le iba a costar. Delante de Toni había un tipo malencarado que llevaba puesto en el tobillo un aparato de esos que les ponen a los maltratadores para que no puedan acercarse a sus víctimas. Sin ningún disimulo estaba mirando porno duro en su teléfono móvil, por eso les extrañó tanto cuando les dijo que se llamaba Mariluz y que estaba allí para lo mismo que ellos.

Al poco llegó un señor mayor que se puso detrás de Enrique. Tenía su cita justo después que él y les explicó que su problema era que su pensión de jubilación no le daba para pagarle la luz a su hijo y ni siquiera podía comprarle unas zapatillas a su nieto, como le había oído a la ministra María Jesús Montero. Pero sabía que sólo con decir en el Registro Civil que él se sentía mujer, le iban a subir la pensión un 15% y, total, ¿quién se iba a enterar? Con el jubilado venía su hijo, ése que no podía pagar la luz porque llevaba ya tres años en paro y, con su edad, nadie quería darle trabajo. Él también se iba a hacer mujer para así beneficiarse de las ayudas que este Gobierno tan progresista había aprobado para las empresas que le contratasen.

Enrique, Toni, el maltratador, el jubilado y su hijo sabían que en el Registro Civil sólo les iban a pedir su DNI, el certificado de empadronamiento y el de nacimiento. Que ya no hacía falta ni el informe psicológico que acredite que la disonancia es real y no se corresponde con ningún trastorno de la personalidad, ni el certificado médico que garantice que se han seguido al menos dos años de tratamiento para acomodar sus características físicas al nuevo sexo. Ahora sólo se rellena la solicitud y ya está. Enriqueta ascenderá en su lista electoralToni podrá jugar en primera, a la del porno tendrán que dejarla entrar en las duchas femeninas del gimnasio, la jubilada cobrará más pensión y a su hija la contratarán por fin. Y como a alguien se le ocurra poner en duda las sanas intenciones de todes elles se van a enterar, que para eso la ley prevé multas de hasta 150.000 eurazos, por tránsfobos. Tirada en el suelo había una pancarta de la manifestación de ayer. «¡Vamos a ser las mujeres que nos dé la gana ser!», ponía en letras moradas. Sin darse cuenta, todes les de la cola pasaban por encima pisoteándola. Habrá que inventarse nuevos eslóganes, los clásicos ya no sirven.

Publicado el 09/03/2023 en Okdiario

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