Pablo Iglesias sólo llora al comunista que le paga


Ha muerto un tirano pero hay poco que celebrar, porque continúa la tiranía. Quienes amamos la libertad y aborrecemos cualquier forma de dictadura reservamos nuestro brindis para cuando la democracia llegue a nuestros hermanos cubanos. Causa sonrojo ver cómo algunos distinguen a los dictadores por su color y cuando el tirano es rojo lo llaman revolucionario, lo amparan y lo justifican vergonzosamente. En realidad, los tiranos se respetan entre ellos, por eso Fidel Castro ordenó tres días de luto oficial en Cuba el día que Franco falleció. Se reconocen iguales, como nosotros vemos las similitudes entre las extremas derecha e izquierda, tantas que muchísimas veces nos cuesta distinguir a un fascista de un antifascista.
Pero es natural que la muerte de Fidel Castro la celebren los familiares de los miles de asesinados con sus propias manos por el feroz tirano, o por sus órdenes directas, que viene a ser lo mismo. Fusilamientos, ejecuciones extrajudiciales, desaparecidos, presos de conciencia -muchos de ellos fallecidos en huelgas de hambre- represaliados, exiliados, encarcelados… o simplemente víctimas de la feroz pobreza y represión a las que el dictador sometió a su pueblo, están de enhorabuena, y muestran su alegría. Cualquier persona decente debe sentirse satisfecha cuando un malvado deja de hacer daño, aunque con algo de amargura por no verle rendir cuentas por todo el mal causado. Cercana está también la hora de su hermano Raúl, tan culpable como Fidel de tanto mal. Esperemos que antes de morir, él sí pague por sus actos ante la justicia terrenal.
Cabía esperar de nuestros castristas patrios que rindieran un homenaje al dictador comunista al menos a un nivel similar al que ofrecieron cuando murió su delfín venezolano. Todos recordamos a Pablo Iglesias, Errejón y Monedero llorando como plañideras durante meses, cuando Satanás reclamó para su infierno a Hugo Chávez. Tenemos vídeos de todos ellos homenajeando al tirano venezolano y esperábamos algo similar ante la muerte de su mentor. Pero no ha sido así, en absoluto. El paleocomunista Alberto Garzón sí, él no se ha cortado en absoluto a la hora de demostrar que, si le dejáramos, Garzón llenaría nuestro país de pelotones de fusilamiento, cárceles para opositores y pateras de salida, imitando a todos sus adorados tiranos comunistas. Pero a Alberto Garzón hace ya tiempo que no le toman en serio ni los suyos. Y hacen bien, porque este ridículo muchachito sólo sirve para hacernos reír.
Pero el líder de la secta podemita ha estado tibio, ni frío ni caliente. Pablo Iglesias lo ha despachado hablado de “luces y sombras” en el expediente de Fidel Castro y ha cambiado de tema. Ni siquiera viajará a Cuba a rendir pleitesía en sus funerales. No seré yo quien defienda ni excuse al podemita, tan sólo quiero dejar constancia de la diferencia de actitud de Pablo Iglesias cuando el fallecido es un tirano comunista del que ha recibido muchísimos millones de euros a través de fundaciones, de trabajos que nadie ha visto y que se retribuyen descomunalmente, de becas, asesorías y excusas de financiación varias; a cuando el fallecido es otro tirano comunista pobre, que a él no le ha dado ni un euro. Pablo Iglesias sólo llora al comunista que le paga, si el comunista es pobre… ni luces ni sombras. A la vista está, que cada cual saque sus conclusiones.

Publicado el 29/11/2016 en OKdiario

Lagarder: ‘Mocito feliz’ versión gritona


Debemos condenar la violencia siempre, no sirven excusas. No vale decir que hay que ser muy descerebrado para meterse un 20N en un acto de homenaje a Franco, con una pancarta en la que lo llama asesino, insultando a todos los allí presentes; o que lo raro es que saliera de allí sin ni siquiera rasguños, según el parte médico que él mismo muestra. Ni siquiera sirve justificarlo con que se presentara con dos cámaras con las que poder editar un vídeo en el que se cortasen todos sus insultos a los falangistas y sólo quedase grabada su respuesta violenta. No, hay que condenar la agresión, y se condena.
Porque si de alguna forma se disculpase esta agresión seríamos iguales a los que dicen que la culpa de que 30 proetarras le diesen una paliza a dos guardias civiles y a sus novias, en un bar de Alsasua, fue de los pobres agredidos, que estaban allí provocando. ¿O acaso no es indigno decir que la pobre cajera del Mercadona de Écija, que intentó impedir que la mala bestia del podemita Andrés Bódalo robara en su empresa, se merecía que le pegaran? ¿O vais a tener la poca vergüenza de justificar la agresión a la pobre dueña de una heladería de Úbeda, embarazada de seis meses, a la que el mismo malnacido de Bódalo maltrató violentamente por intentar impedir que le destrozasen su negocio?
No, de ninguna manera, la violencia debemos condenarla siempre. Lo mismo que hay que condenar la paliza que tres comunistas, hijos del diablo, le dieron a la pobre Inma Seguí, presidenta de Vox en Cuenca, a la salida de su casa; como la salvaje agresión que este verano sufrieron dos chicas en un puesto de apoyo a la selección española de fútbol, en Barcelona. Condenamos a los violentos franquistas, a los violentos sindicalistas, a los violentos proetarras, a los violentos podemitas, a los violentos secesionistas y condenamos la violencia del criminal que iba a una manifestación cargado de artefactos explosivos, se llame Alfon, o Mateo Morral. Yo también condeno esta agresión, porque yo las condeno todas. Y me felicito de que consiguiera salir de la boca del lobo en la que se metió para grabar su vídeo sin ni siquiera un rasguño.
Pero por lo que de ninguna manera voy a pasar es por llamar “Activista” a Lagarder. Éste sólo es un Mocito Feliz que se nos ha venido de Rumanía a vivir del cuento. El activismo no es ese teatro cutre que él hace. El activismo supone esfuerzo y sacrificio. Alguien que voluntariamente deja su trabajo como traductor de la policía para dedicarse a vivir del esfuerzo de los demás no puede llamarse activista. Él sólo se dedica a montar ‘shows’ para salir en la prensa y conseguir popularidad en las redes sociales, insultando a todos los que le ofrecen esa caridad que exige como derecho. Si a Lagarder le llamásemos “activista” estaríamos denigrando a los miles de voluntarios que de verdad ayudan. Yo lo voy a quedar en Mocito Feliz y de ahí no paso, ni con la paliza, ni con el mucho cuento que le echa a la vida. Me va a llamar neonazi, ya lo sé. Yo a los neonazis y a los paleocomunistas como él es que de verdad, me cuesta distinguirlos, me parecen primos hermanos, y ya os digo que yo a él no me parezco. Yo me esfuerzo, yo trabajo, yo sí ayudo a los demás. Mocito Feliz Gritón es un fraude.

Publicado el 22/11/2016 en OKdiario

Trump e Iglesias se parecen como un huevo a una castaña


Puestos a forzar la retórica, tanto un huevo como una castaña son alimentos, pero nadie con sentido común diría que se parecen. Pues lo mismo ocurre entre Iglesias y Trump, ambos son populistas, pero no les une casi nada más. El populismo es una tendencia política que pretende atraerse a las clases populares ofreciendo, demagógicamente, soluciones simples pero falsas a problemas complejos. El populista es un líder carismático que pretende hacerse pasar por uno salido del pueblo y enfrentado al establishment, como le llama Trump, o a la “casta”, como Pablo Iglesias copió de Hugo Chávez, al que convierte en el enemigo al que culpar de los males de La Gente©. Ambos coinciden en esto, pero casi en nada más.
Y ya me gustaría a mí que Iglesias se pareciera a Trump, porque en casi todo lo que se diferencian salimos perdiendo. Trump ha ganado las elecciones —y ganar ya es una diferencia fundamental con Iglesias— usando el eslogan “hacer a América grande de nuevo”; ama a los EEUU y ofrece a sus votantes devolver a su país el esplendor perdido. Por el contrario Pablo Iglesias tiene que esforzarse para disimular su verdadero sentimiento antiespañol y así recurre al término “patriota” despojándolo de su auténtico significado para hacernos creer que, en realidad, patriota significa algo así como ‘progre’. Trump respeta y hará respetar su Constitución, mientras que Iglesias insulta a quienes redactaron la nuestra y promete cargársela en cuanto pueda.
Trump propone ordenar la inmigración en su país, repatriando a todos los inmigrantes ilegales que hayan cometido delitos en EEUU. Lo mismo que ha hecho su predecesor, Obama, quien lleva ya expulsados a casi tres millones de inmigrantes ilegales, sólo la mitad de ellos con antecedentes penales. Por el contrario, Pablo Iglesias llegó a proponer una Renta Básica Universal para los inmigrantes ilegales a los que pretende acoger con los brazos abiertos -‘Refugees Welcome’- olvidando el paro y el déficit que padecemos. Trump propone bajar impuestos, legislar menos y reducir el tamaño del sector público. Iglesias, en su primera iniciativa parlamentaria, ha propuesto una “ley de emergencia social” para suministrar sanidad, luz, calefacción y vivienda a todos los que no se lo puedan permitir. Donald Trump exige actuar con “dureza e inteligencia” contra el terrorismo. Pablo Iglesias rinde homenajes al etarra Otegi y dice que los terroristas deberían salir ya de las cárceles.
Trump se graduó en la Escuela de Negocios Wharton, de la Universidad de Pensilvania, una de las más prestigiosas del mundo, tercera o cuarta en todos los ‘rankings’. Iglesias estudió en la Complutense, a la que el prestigioso ‘Academic Ranking of World Universities’ sitúa entre los puestos 301 y 400 a nivel mundial. Uno es un empresario de éxito gracias a su esfuerzo e inteligencia, el otro es un funcionario que ni siquiera ha conseguido una plaza de profesor titular. Pero lo que fundamentalmente les diferencia es que Pablo Iglesias pretende imponer su esquema moral y decirle a la gente lo que es correcto sentir y pensar, mientras que Donald Trump, como buen vendedor, adapta su discurso al sentir popular, no pretende imponer su moral. Probablemente, a lo de Pablo Iglesias haya que llamarle de otra manera, puede que el término populista no sea el más adecuado para quien, en realidad, no pretende lo mismo que su pueblo, sino cambiar a éste para que pretenda lo mismo que él.Quizá haya que empezar a llamar a Pablo Iglesias tan sólo comunista, para distinguirlo de los populistas como Trump.

Publicado el 15/11/2016 en OKdiario

¿Por qué Hillary Clinton no es un mal menor?


Para explicaros por qué yo jamás votaría a Hillary Clinton bastaría recordaros que le han mostrado su apoyo tanto Zapatero como Pedro Sánchez y hasta Miquel Iceta y esto ya debería ser suficiente para sospechar de ella. Pero viendo la apabullante campaña que existe contra su contrincante, Donald Trump, sostenida por el ‘establishment’ y los grandes emporios de la comunicación a nivel mundial, es posible que sea necesario algún argumento más.
Resulta extraño que esta mujer tenga el respaldo de la izquierda española. En primer lugar porque forma parte de una de esas familias que vienen a configurar lo más parecido a una monarquía en los Estados Unidos de América. Como antes hicieron los Roosevelt y los Kennedy, si gana Hillary, los Bush y los Clinton habrán gobernado durante 24 de los últimos 32 años. Y en segundo lugar por sus finanzas. Hillary confesó en una entrevista a la ABC que Bill y ella dejaron la Casa Blanca “no sólo en bancarrota, sino con muchas deudas”. Pero desde entonces se convirtieron en una máquina de generar dinero. La pareja ha ingresado 154 millones de dólares por 728 conferencias desde 2001. De ellos, casi un tercio los facturó Bill mientras Hillary era secretaria de Estado y la mitad del total procede del extranjero, por ejemplo de Moscú, Pekín o Arabia Saudí. Además de eso, tienen una fundación que recibe millonarias donaciones procedentes de Arabia Saudí, Kuwait, Omán, Qatar y Emiratos Árabes Unidos, entre otros. La Fundación Clinton recibió 8,6 millones de dólares de la fundación ucraniana Victor Pinchuk. También recibió millones procedentes de consorcios con intereses en Colombia, previamente a que Hillary apoyara un acuerdo comercial entre Estados Unidos y Colombia.
Otra cuestión que hace desconfiar de ella es que entre 2009 y 2013 utilizó su cuenta privada de correo electrónico para sus comunicaciones oficiales, incluidos varios cientos de mensajes que más tardes fueron marcados como clasificados. Grave imprudencia que hace sospechar que lo hizo para que sus comunicaciones quedaran fuera de los registros oficiales y del escrutinio público, pese a poner en peligro la seguridad nacional. En general, su carrera política no ha sido nada brillante. Junto al escándalo del uso de su correo privado tiene otras manchas, como su fracasado intento de reformar la seguridad social y su nefasta gestión del ataque al consulado estadounidense en Libia en 2012. Y está salpicada por escándalos, unos con nombres de mujer como los de las ‘antiguas’ Monica Lewinsky o Gennifer Flowers o la ‘moderna’ ‘Energizer’; y otros con nombre de chanchullos, como el ‘Whitewater’ y el ‘Travelgate’.
Pero lo que menos me gusta de esta señora, a cuyo favor parece contar sólo su condición de mujer y el miedo a Trump, son sus ideas políticas. En USA, liberal significa algo parecido a socialista o progresista, y Hillary representa ese tipo de ‘liberalismo’ a la perfección. Propone subidas de impuestos, aumento del salario mínimo, endurecimiento de la legislación contra el ‘fracking’ impulsando las energías ‘limpias’ mediante grandes inversiones públicas, mayor asistencia social, regularización de inmigrantes indocumentados, en 2008 apoyó el rescate de las instituciones financieras afectadas de Wall Street, y está a favor de la prohibición de las armas. Respecto a la religión, Hillary ha declarado: “Los códigos culturales profundamente arraigados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales”. Toda una progre, capaz de todo por el poder y el dinero. No, Hillary Clinton no es un mal menor, representa todo lo que yo no querría para mi país.

Publicado el 08/11/2016 en OKdiario

El odio que mueve a Pablo Iglesias


Como hemos visto todos, el odio, la ira y la violencia no sólo han rodeado el Congreso de los Diputados, sino que se han metido dentro. Pablo Iglesias se ha quitado el disfraz de “socialdemócrata del norte” para entrar en el Congreso puño en alto, un gesto usado por comunistas, anarquistas y etarras, y asociado a los regímenes más antidemocráticos. Y ya sin careta, ha dejado patente en sus discursos, en sus gestos y en sus trifulcas parlamentarias que, como a todo comunista, tan sólo le impulsa el odio. Odio que puede ser genético, como en su caso, o adquirido, como en el caso de los demás pijos progres podemitas, niños de papá, hijos de altos funcionarios y de lastarjetas black.
Pablo Iglesias heredó ese odio de su abuelo Manuel quien, en 1936, antes de huir de su pueblo natal, Villafranca de los Barros, ejercía como delegado gubernativo y “perseguidor” de sus paisanos de derechas. Fue juzgado y condenado a muerte, aunque sólo pasó cinco años en prisión obteniendo posteriormente un empleo como alto funcionario. De su abuelo Manuel el odio genético pasó a su padre, Javier, también alto funcionario y militante del grupo terrorista Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), con quienes participó en varias acciones subversivas que también le llevaron a la cárcel.
Las desagradables trifulcas parlamentarias que hemos tenido que soportar desde que Pablo Iglesias ha llegado al Congreso no son exclusivas del comunismo. Ya en las Cortes liberales de Cádiz, a principios del siglo XIX, se vivieron situaciones tan violentas y grotescas como las actuales. Y tampoco son sólo propias de España, hasta en el Parlamento británico y en el de la Unión Europea se pueden ver escenas similares. Y no digamos ya en los de Ucrania, Italia, Japón o Panamá. No, las broncas parlamentarias no son exclusivas del comunismo, lo que en realidad caracteriza a los comunistas es el odio, ese odio que todos vemos reflejado en cada gesto y en cada discurso de Pablo Iglesias.
Y es que, como dijo Henry Hazlitt “todo el evangelio de Karl Marx puede resumirse en una sola frase: odia al hombre que esté mejor que tú.” La lucha de clases, la crítica al capitalismo, el acceso violento de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción, el materialismo dialéctico, etc., son sólo excusas para el odio y la envidia. En España podemos ver cómo los podemitas tratan a nuestros mejores empresarios, como Amancio Ortega. Jamás reconocerán que su fortuna es el fruto de su esfuerzo, ni que de su trabajo se benefician sus miles de empleados por todo el mundo y disfrutamos con él sus clientes. La envidia y el odio atribuye todo lo que Ortega ha conseguido a la explotación de los débiles y al robo. Si no eres comunista podrás ver cómo fracasan los más perezosos y los más estúpidos, pero esta idea para un podemita es fascista, porque los comunistas siempre le echarán la culpa de su fracaso a los que tienen éxito. Y esta envidia se convierte en frustración y la frustración en ira. Y Pablo Iglesias ha aprendido de sus mayores a utilizar ese odio en beneficio propio. Como ellos, aupado en el odio y la ira, acabará de alto funcionario y viviendo sin dar un palo al agua, se ganará el pan con el sudor del de enfrente; como su padre y su abuelo, comunistas todos, odiadores todos, vividores todos.

Publicado el 02/11/2016 en OKdiario