Pablo Iglesias, el de los ERE


Ni aunque a Pedro Sánchez se le descubriera una cuenta en un paraíso fiscal con la mitad del dinero robado por el PSOE en Andalucía, Pablo Iglesias y su pareja, Irene Montero, renunciarían a su cartera ministerial. ¡Con lo que les ha costado llegar hasta aquí! Los que no tuvieron vergüenza para comprarse un ‘casoplón’ en la sierra valorado en casi un millón de euros, después de haber presumido de vivir en un pisito de Vallecas y de haber criticado “este rollo de los políticos que viven en chalets” y a los ministros que se compraban un ático de 600.000 euros; no van a renunciar ahora a sentarse en el Consejo de Ministros por otra contradicción más. Ni siquiera cuando por dichas contradicciones ya han aceptado pagar con la mitad de los votos y de los diputados que obtuvieron hace apenas cuatro años.
Los líderes de la izquierda siempre han usado la corrupción como una herramienta que permite desprestigiar al contrario y alcanzar el poder a los suyos. No tienen el menor sentido del ridículo cuando, después de exigir la moción de censura para Rajoy por el ‘caso Gürtel’, sale la sentencia de los ERE del PSOE y hablan de “cosillas” de otra época que, gracias a ellos, ya no volverán a pasar. Los millones de euros que debían ir a los parados andaluces se los gastó el partido con el que pacta Pablo Iglesias en droga, en burdeles y en comprar ese voto cautivo que los mantuvo durante 40 años en el poder. Pero eso a Pablo no le importa, como no le dio importancia a las transferencias de Hugo Chávez, ni a los chanchullos fiscales de Monedero, ni a la beca ‘black’ de Errejón, e igual que tampoco le importó el doctorado cum fraude de Sánchez. Todo por un ministerio.
El Podemos que salió de las protestas del 15-M contra la corrupción de la casta ya se ha instalado como uno más entre ellos. Pablo Iglesias se abraza al líder del partido del que acaban de condenar a dos de sus ex presidentes y a una veintena de sus cargos. Podemos se alía con el PSOE de los 680 millones de euros malversados, el que gracias a ese dinero instauró un régimen clientelar que convirtió Andalucía en el granero electoral que le permitió gobernar España, utilizando los presupuestos públicos de manera fraudulenta y sin ningún tipo de control administrativo, para favorecer los intereses del PSOE. Y sabiendo que esto no ha hecho más que empezar ya que ésta es sólo la primera sentencia de un caso que sigue su curso con cientos de piezas separadas en fase de investigación o pendientes de juicio, a pesar de los esfuerzos de la jueza Núñez Bolaños.
Posiblemente el comunista Pablo Iglesias piense que una vez que consiga llegar al poder ya no nos lo quitaremos de encima ni con agua hirviendo, como ocurrió en Venezuela, en Cuba, en China o en Corea. Lo explicó en una charla celebrada en Zamora a principios de diciembre de 2012 en la que, analizando las condiciones de posibilidad de la política, dijo que "la política en última instancia es acumular poder… hacer política supone cabalgar contradicciones”. Para conseguir más poder la izquierda jamás ha tenido escrúpulos, todo le vale. Y probablemente tiene razón. Por eso es que los españoles nos jugamos tanto en este envite del que puede salir un nuevo régimen socialista-comunista dominado por los independentistas. Por eso pedimos a los líderes sensatos que aún puedan quedar en el Partido Popular y en Ciudadanos que hagan lo que esté en sus manos para evitar que Pablo Iglesias, el de los ERE, se enganche al poder.
Publicado el 26/11/2019 en Okdiario

El PSOE y los golpes de Estado


En 1934 hubo un golpe de Estado en Cataluña y 2 años después el PSOE pactó con los golpistas en el Frente Popular, formaron Gobierno y los amnistió. En 2017 hubo un golpe de Estado en Cataluña y 2 años después el PSOE está negociando de nuevo con los golpistas para que le permitan formar Gobierno. Igual esta vez no hace falta que los amnistíe, porque ya se encargó el PSOE de trasladar a los golpistas a instituciones penitenciarias controladas por ellos, de las que van a tardar muy poco en salir. Pero esta relación del PSOE con los golpistas no es nueva sino que es algo congénito al partido fundado por Pablo Iglesias Posse, quien en 1910 dijo en el Parlamento aquello de: «Mi partido está en la legalidad mientras ésta le permita adquirir lo que necesita; fuera cuando ella no le permita alcanzar sus aspiraciones».
Y lo demostró muy poco después cuando en 1923 el PSOE colaboró con la dictadura del General Primo de Rivera, padre del fundador de Falange, siguiendo el criterio tanto de Julián Besteiro, presidente del PSOE desde la muerte de Pablo Iglesias, como del secretario general de la UGT, Largo Caballero, miembro de la ejecutiva del PSOE. Durante dicha dictadura Largo Caballero formó parte de la Consejería de Estado, los socialistas entraron en el Consejo de Trabajo, en el Consejo Interventor de Cuentas, y en diversos órganos de la dictadura militar. De hecho el PSOE fue el único partido legal y la UGT el único sindicato permitido durante la dictadura del General Miguel Primo de Rivera, lo que permitió a los socialistas una libertad de la que no gozaban ni comunistas ni anarquistas, que sí se opusieron. Sólo al final, cuando el régimen dictatorial empezaba a declinar, los socialistas decidieron pasar a la oposición.
Apenas 4 años más tarde en octubre de 1934, con Largo Caballero como presidente del PSOE, ese partido promovió una huelga general que desembocó en un nuevo intento de golpe de Estado contra el Gobierno de la II República, que consiguió arraigar en Asturias. El PSOE publicó 73 puntos de instrucciones donde planificaba al detalle los pasos a seguir y en las que, entre otras barbaridades, decían que “las casas cuarteles de la Guardia Civil deben incendiarse si previamente no se entregan” y que se debían “lanzar botellas de líquidos inflamables a los centros o domicilios de las gentes enemigas”; promoviendo el asesinato de mujeres y niños que las habitaban. En este golpe de Estado hubo unos 2.000 muertos, se asesinó a unos 250 miembros de la Guardia Civil y de Asalto, así como a 34 sacerdotes y religiosos. Siguiendo las instrucciones del PSOE se incendió la Universidad, el Teatro Campoamor, la Catedral de Oviedo así como numerosos edificios religiosos.
Más recientemente, no se puede definir estrictamente como golpe de Estado el de la victoria electoral de Zapatero en 2004, tres días después de los terribles atentados del 11-M cuyo autor intelectual aún se desconoce, pero no podemos obviar la dudosa legalidad del discurso de Alfredo Pérez Rubalcaba durante la jornada de reflexión, en el que no dijo ni una palabra de que las sedes del PP estaban siendo asediadas por grupos de extrema izquierda, entre los que ya destacaba el nuevo Pablo Iglesias. Rubalcaba aprovechó su discurso para acusar directamente al Gobierno del PP de mentir, no siendo la de Zapatero en 2004 el mejor ejemplo de una victoria de la democracia. Tampoco fue exactamente un golpe de Estado la moción de censura ganada por Pedro Sánchez, fundamentada sobre unas frases contra Mariano Rajoy introducidas en la sentencia sobre la Gürtel por el juez José Ricardo de Prada, frases que la Audiencia Nacional ha considerado “innecesarias”, aunque bien útiles para el PSOE, añado yo. Y es que sin duda el PSOE tiene 140 años de una historia muy cercana a los golpes de Estado.
Publicado el 19/11/2019 en Okdiario

A por la enésima refundación del centro político español


La verdad es que ya he perdido la cuenta y no sabría decir cuántas veces se ha refundado el centro político español desde la Transición. De la UCD de Adolfo Suárez al CDS; de la Alianza Popular de Fraga al PP de Aznar primero, el giro al centro de Rajoy y Soraya, la debacle y el intento de Casado por encontrar un sitio entre los del dimitido Albert Rivera y los del triunfador Santiago Abascal. Pero entre tormentas y catástrofes sus líderes han proporcionado a España las etapas más exitosas de nuestra historia reciente. La Transición, el cumplimiento de los requisitos de Maastricht para acceder a la Unión Monetaria europea, la salida de la crisis cuando España estaba al borde de la quiebra y de la intervención económica y hasta la abdicación de un rey. Pero nunca han sabido enfrentarse a esa ‘España invertebrada’ tan bien descrita por José Ortega y Gasset a principios del siglo pasado.
Hoy a Ortega y Gasset le llamarían populista por decir aquello de que “ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil”. Y más concretamente dirían que era un populista de VOX por aquello de “me opongo a una división en dos Españas diferentes, una compuesta por dos o tres regiones ariscas; otra integrada por el resto, más dócil al poder central.” Etiquetas inútiles aparte, todos vemos claro que, de haberse presentado unidos, el centro derecha español habría ganado las elecciones del domingo al sumar PP, VOX, Cs y N+, 44.000 votos más que PSOE, UP, MP y Compromís; pese a lo cual lograron 6 diputados menos. Los 10,4 millones de votos que sumó el centroderecha se aproximan mucho a los 10,8 millones que le dieron mayoría absoluta a Rajoy en 2011 con una participación de 71,71% entonces, frente al 69,87% del domingo.
Así que toca arremangarse y ponerse a trabajar. No debería ser muy difícil la unión del PP con los restos de Cs. El último giro de la veleta naranja hacia la derecha expulsó del partido a los más progres de una marca electoral surgida para sustituir al Partido Socialista de Cataluña por su cercanía con los postulados independentistas, cuando Albert Rivera pretendió girar el timón para intentar reemplazar al PP como líder de la oposición. Una vez fracasada esta estrategia el partido de Casado debería ser generoso rescatando a sus náufragos junto a la siempre valiosa Rosa Díez. Y juntos, azules, naranjas y rosas, deberían estudiar las condiciones en las que permitir la investidura a un PSOE sin Pedro Sánchez, para evitar la caída del Gobierno de España en manos de los golpistas de ERC y los chavistas del marqués de Galapagar.
Esa refundación del Partido Popular les permitiría ocupar con dignidad la posición de centro en la que siempre se han desenvuelto tan bien cuando han gobernado, permitiendo que a su derecha se consolide la marca de Santiago Abascal y a su izquierda se peleen entre el PSOE y Podemos con sus confluencias y disidencias. Ya no le haría falta a ese nuevo PP refundado seguir defraudando a sus votantes con programas electorales en los que se oponen al discurso único progresista con medidas que jamás cumplen cuando llegan al Gobierno. Podrían seguir diciendo que “el Estado de las Autonomías es lo mejor que nos ha podido pasar a los españoles”, manteniendo las políticas totalitarias de género, lingüísticas o de Memoria Histórica de la izquierda y subiendo los impuestos sin el menor problema. El nuevo PP refundado puede ser esa bisagra que no logró ser Cs, un partido de centro que puede pactar con la izquierda y con la derecha para evitar que los independentistas decidan gobiernos.
Publicado el 11/11/2019 en Okdiario

Lo de ayer no fue un debate


Hoy me siento más Enfurruñada de lo habitual porque estoy trabajando con sueño y no me parece ni medio normal que el único ‘debate’ de la campaña electoral empezara a las 10 de la noche de un lunes para acabar a la 1 de la madrugada del día siguiente. Me cuesta trabajo creer, como hoy dicen los expertos, que más de 8 de los 37 millones de españoles con derecho a voto, estuvieran delante del televisor en un horario tan intempestivo. Y aún me cuesta más entender cómo es que dicha curva de audiencia fue creciendo de forma constante a lo largo de las horas, con el horrible formato acordado entre los cinco partidos políticos y la Academia de la TV. Aunque también es cierto que esa audiencia que a mí me parece tan elevada, está por debajo de los 10 debates con mejor audiencia de los últimos años.
Pero es que lo de ayer no fue un debate electoral. Un debate es una contienda de razonamientos y de opiniones contrapuestas entre dos o más personas y lo de anoche fue, en términos generales, la concatenación de los discursos de los cinco candidatos sobre un guion de temas previamente pactados. A veces se interpelaban entre ellos, es cierto, pero en la inmensa mayoría de las ocasiones ni se contestaban ni había contrarréplica. Y para cuando en alguna rarísima ocasión esto ocurría, ahí estaba una nefasta Ana Blanco, cual señorita Rottenmeier cronómetro en mano, cortando de raíz el más mínimo intento por darle un poco de interés al asunto. Un tostón que sólo puede interesar a los periodistas o a los muy forofos de cada uno de los candidatos, los cuales tan sólo quieren escuchar las palabras de sus líderes y las meteduras de pata de sus rivales, porque no hubo discusión ni debate real.
Por eso tampoco me sirven las encuestas sobre el ganador o perdedor del no-debate de ayer, porque quienes podrían ser imparciales se debieron quedar dormidos en la primera media hora y los forofos que lo vieron votarán todos a favor de su candidato y en contra de su oponente. Como todos, yo también tengo una opinión subjetiva al respecto. He visto que hay casi unanimidad al considerar que Pedro Sánchez estuvo bien y tampoco lo comprendo, porque el dr. Cum Fraude demostró tan poca convicción en sus propias palabras que todas sus propuestas las tuvo que leer. Sánchez se pasó las dos horas y media con la cabeza gacha, leyendo lo que le había escrito Iván Redondo cuando le tocaba hablar, o cabeceando con cara de disgusto cuando todos los demás le reprochaban las enormes discrepancias entre sus acciones y las cosas que leía. No miró nunca a nadie a la cara, para mí fue el peor.
No tan mal como Sánchez pero tampoco estuvieron bien ni Rivera ni Iglesias. El de Ciudadanos porque ya se ha pasado con el atrezo con el que se adorna en todas sus intervenciones. La primera vez resulta original y hasta hace gracia, pero verle ayer con un trozo de adoquín en la mano, y luego con el largo pergamino, y después con las fotos y todos los inventos que se le ocurren, ya cansa. Pero peor fue su grave equivocación al echar una mano a Sánchez para ayudarlo a salir del atolladero en el que lo había metido Abascal al reclamarle que parase de intentar enfrentarnos contra nuestros abuelos. Y el de Podemos casi daba lástima pidiéndole por favor una y otra vez a Pedro Sánchez que le hiciera ministro y pactara con él. A Pablo Casado lo vi muy bien enfrentando a Sánchez una y otra vez con la realidad de que está vendido en manos de los golpistas catalanes y respondiendo con convicción a las acusaciones de corrupción. Pero la novedad indiscutible es que toda la audiencia tuvo que escuchar hablar a Santiago Abascal en directo, sin filtros y sin traductores que tergiversen su discurso. Por primera vez escuchamos en ese escenario a alguien que se atreve a poner en duda el discurso único de la izquierda y entra en los debates ideológicos en los que hasta ahora los demás partidos no se atrevían a entrar. Para algo me sirvió trasnochar.
Publicado el 05/11/2019 en Okdiario