Multiculturales a la fuerza


A estos terroristas que atacan con coches, camiones y cuchillos les estamos llamando “lobos solitarios” pero el término está mal elegido porque en la inmensa mayoría de los casos terminamos comprobando que de solitarios tenían bien poco. Pertenecen a grupos de musulmanes radicalizados y muchas veces actúan siguiendo órdenes, por lo que sería mejor llamarlos terroristas “low cost”, término que define mejor estos ataques para los que lo único imprescindible es un musulmán dispuesto a suicidarse llevándose por delante a cuantos más “infieles” mejor. Y me temo que de este tipo de musulmanes tenemos ya en Europa muchos más de los que nuestras policías están en condiciones de controlar, lo cual debemos agradecérselo a los burócratas que diseñan la nueva Europa.

Para construir nuestra querida UE la burocracia europeísta entendió que necesitaba vencer resistencias nacionales, diluyendo las diferentes identidades nacionales, y eso precisaba del manejo de técnicas de ingeniería social que hace tiempo empezaron a darles resultados. Esta nueva sociedad europea la hicieron multicultural, feminista y ecologista, o sea, sin identidad propia y abierta a todos. En pocos años se construyó una nueva “verdad oficial” de la que nadie se atreve a salirse para no ser tachado de racista, xenófobo, machista y, cómo no, fascista. La llegada masiva de inmigrantes musulmanes aportaba juventud a nuestro envejecido continente, mano de obra barata que exigiría mayores servicios sociales y más seguridad, o sea, más Estado y más presupuesto y poder para los burócratas. Y para esta transformación social nuestros políticos cuentan con la inestimable ayuda del marxismo cultural que, tras la caída del Muro de Berlín y el desvanecimiento del sistema soviético, encontró en el Islam a ese enemigo común de occidente. Burócratas y marxistas, unidos, fomentan nuestro sentimiento de culpa para hacernos aceptar la penitencia con la que nos castiga el yihadismo, inventándose excusas como la pobreza, la desigualdad o el libre comercio, para justificar el terrorismo. Para conseguir su integración los enemigos a abatir fueron el patriotismo y nuestras raíces morales y culturales judeocristianas, base de la democracia liberal. Cristianos y patriotas son ya hoy considerados “la caverna”, retrógrados asociales que deben ocultar sus convicciones ante el consenso progre.

Pero toda esta estrategia peligra por dos factores incontrolados, en primer lugar nuestras ciudades se han llenado de candidatos a terrorista “low cost”: violentos, inadaptados y machistas, lo que a su vez ha facilitado el auge de nuevos partidos antieuropeos. Los burócratas creen, ingenuamente, que podrán controlar a los primeros inyectándoles en vena subvenciones y estado del bienestar y aderezándolo todo con alcohol y con todos los vicios occidentales que piensan, erróneamente, que les alejarán del Islam. Y a los segundos mediante la demonización social que ellos piensan que terminará por arrastrar a los abismos a todos los que se apartan de la verdad oficial. Y la segunda consecuencia ha sido una terrible sensación de derrota y desánimo que poco a poco va creciendo entre los ciudadanos que antes apoyaban, con más o menos entusiasmo, el proceso de integración europea.

Aunque no debemos preocuparnos, porque nuestros líderes, socialdemócratas de todos los partidos, tienen soluciones bien consensuadas para todo esto: lo principal es que debemos estar muy unidos y manifestarnos pacíficamente para mostrar nuestro apoyo a los inmigrantes, llenar nuestras fachadas de pancartas con el eslogan ‘Welcome Refugees‘ escrito en los colores de la bandera del arcoíris LGTB y encender velas en nuestras plazas, mientras todos juntos cantamos el Imagine de John Lennon. Debemos adaptarnos a los violentos y machistas inmigrantes, ser aún más moderados, multiculturales, ecologistas y feministas; menos patriotas y, por supuesto, nada cristianos. ¿Qué puede salir mal?

Publicado el 28/03/2017 en OKdiario

La única forma de mejorar la sanidad es privatizarla


La sanidad es uno de los principales problemas para los españoles, así lo revelan los últimos Barómetros del CIS en los que, junto con el paro, la corrupción, la política y la economía, la sanidad es una de las cuestiones que más españoles detectan como un problema. También se encuentra entre los problemas que más afectan personalmente a los encuestados, en tercera posición sólo por detrás del paro y la economía. Sólo el 19,8% de los encuestados piensan que nuestro sistema sanitario funciona bien, el 64% dice que habría que subir los impuestos para mejorar la financiación de la sanidad y la inmensa mayoría, si pudiese elegir, dice que acudiría a un centro sanitario público; lo que se desmiente totalmente en la práctica, ya que cuando pueden elegir realmente, los funcionarios del Estado, cuerpo jurídico y militares, escogen en más del 85% el modelo de provisión privada.

Esto me recuerda a una pareja amiga que, cuando salimos en grupo y cada uno pagamos lo que consumimos, sólo toma cerveza; pero cuando pagamos a escote siempre consumen las ginebras premium más caras. Imaginaos que millones de españoles acordásemos pagar a escote la cena y las copas del próximo sábado; adivináis lo que pasaría ¿verdad? Efectivamente, el incremento de la demanda sería brutal —así como las indigestiones e intoxicaciones etílicas—. Nadie se conformaría con la caña y el pincho de tortilla que consume habitualmente y todos exigiríamos productos gourmet hasta reventar. Pues esa es la sanidad española, tenemos un servicio de buena calidad, pero a un coste desorbitado, ya que los usuarios no tenemos ninguna influencia en cómo se organiza. Son los políticos quienes, en función de sus intereses electorales, deciden cuánto se gasta y cómo se organiza. Pero ojo, nadie te paga tu sanidad, te la pagas tú, con tus impuestos, a escote, haciendo media con todos los españoles, sin poder decidir ahorrar o gastar más eficientemente.

En las últimas semanas, las mareas blancas le han estallado en la cara a la socialista Susana Díaz a quien no le ha quedado más remedio que  descabezar a toda la cúpula de su Consejería de Sanidad y ordenar frenar todas las fusiones hospitalarias previstas en Andalucía, presionada por los profesionales y usuarios de la sanidad andaluza de la mano del médico Jesús Candel, el famoso Spiriman. Hace unos días, el consejero de Sanidad extremeño, José María Vergeles, a las órdenes del médico forense socialista, Guillermo Fernández Vara, comunicó su intención de devolver algunas competencias sanitarias al Estado, para lo cual planteó la reforma del Estatuto de Autonomía. Y es que, junto a Cataluña, inmersa en su locura de corrupción envuelta en sedición, Andalucía y Extremadura son las comunidades que más retroceden en la calidad de su sanidad en los últimos años.

Las medidas de contención de gasto tan sólo se sostienen si son neutras para los políticos. Si hay desgaste electoral, se acaba el ahorro y continúa el despilfarro. Antes de la crisis, en 2007, el gasto sanitario público era de 60.000 millones de euros; en 2014 —último año con datos de gasto real conocido— gastamos 62.000 millones y todo apunta a que en los dos años siguientes esta cifra ha aumentado. La única forma de mejorar la sanidad es privatizarla, devolvernos a cada español los 1.400 euros al año que nos cobran de media por ella —5.600 €/año a una familia de cuatro miembros— y permitirnos decidir a cada uno qué queremos hacer con ellos. Sólo así se podrá ahorrar para mejorar su eficiencia y se asignarán los recursos correctamente para mejorar su eficacia.

Publicado el 22/03/2017 en OKdiario

Pablo Iglesias quiere ser el único telepredicador de España


"Quizá la televisión pública no sea el espacio más sensato para que se lleven a cabo ritos religiosos de cualquier tipo" dijo Pablo Iglesias en los pasillos del Congreso de los Diputados, después de que Podemos presentase una proposición no de ley en la que se insta a RTVE a “suprimir las emisiones de misas que semanalmente se programan”. Sabido es que la palabra misa sólo hace referencia a la ceremonia católica y que el Ente Público también emite programas evangélicos, judíos y musulmanes, a los que ninguna mención hace la proposición podemita. Pero nada de eso es importante cuando se sabe que la propuesta no tiene ningún recorrido, ya que es rechazada por la mayoría del Congreso, y lo único que pretende es dejar bien clara la posición anti católica del mal apellidado Iglesias.

Pero por una vez y sin que sirva de precedente, le voy a dar la razón a los podemitas, estoy de acuerdo en esto con ellos, aunque a buen seguro que ellos no van a estar de acuerdo conmigo. Me explico, yo también pienso que en la televisión pública no deben emitirse ritos religiosos, porque lo que hay que hacer con RTVE es cerrarla. Y es que lo que desearía Pablo Iglesias es ser el único telepredicador que adoctrinase a los españoles. Él querría que las únicas televisiones que existiesen fuesen públicas, o controladas por chavistas a sus órdenes, para así poder garantizar la “libertad de prensa” que es la forma como llama a que todo lo que se publique esté controlado por él. Y claro, la santa misa le hace la competencia. Ellos son más, como decía Rita la podemita, de “quemar la Conferencia Episcopal”.

Y a mí el modelo de televisión chavista que él propone no es el que me gusta. A mí lo que me gusta es que las televisiones privadas programen los contenidos que demande la sociedad, como 13TV, que emite su Santa Misa todos los días. No me parece correcto que con el dinero de nuestros impuestos se le haga una competencia desleal a ninguna empresa privada. Así como tampoco me gusta que los políticos metan sus manos en los informativos, ni siquiera en la cultura ni en el entretenimiento, porque, como bien dijo Ludwig von Mises “en cuanto abandonamos el principio de que el Estado no debe interferir en la vida privada de las personas, acabamos regulándosela y limitándosela hasta en los más mínimos detalles”. Y mucho menos me gusta que me roben, que me cobren impuestos, para adoctrinarme a mí y a mi hija.

Así que lo mejor que podemos exigirle a Pablo Iglesias y a los socialistas de todos los partidos es que saquen sus manos de nuestros bolsillos y sus ideologías de nuestros televisores. Los 39 canales de televisiones públicas existentes en España - sólo Cataluña mantiene cinco canales públicos, para mayor gloria del régimen- nos cuestan más de 1.870 millones de euros al año, para que en ellas los políticos se autopromocionen. No debe ser ningún telepredicador, se apellide Iglesias o Mezquitas, quien decida lo que debe de emitirse o no por televisión. Porque ya se sabe que en cuanto los podemitas llegasen al poder ya no es que prohibiesen las misas en la televisión pública; si les dejamos, las prohibirán también en las privadas, si es que queda alguna abierta.

Publicado el 14/03/2017 en OKdiario

Pablo Iglesias acosa al periodismo libre


De lo que se trata es de enfrentar a la sociedad polarizándola en dos bloques radicalizados: de un lado, los míos, la gente, el pueblo, los demócratas; del otro, los fascistas, la casta, los enemigos de la democracia, los vendidos al capital, los malditos terroristas neoliberales. El esquema es muy burdo pero funciona. Lo demostró Hugo Chávez y copiando su estrategia les funcionó también a Rafael Correa, Evo Morales, Daniel Ortega y Cristina Kirchner. Todos siguen el mismo modelo que en España está impulsando Pablo Iglesias. Lo primero que hacen es atacar a los medios de comunicación que les son críticos, lanzando contra ellos a sus hordas de perros de presa, señalándolos como el enemigo a batir, a silenciar. Y para conseguirlo todo vale: ridiculizar a periodistas en actos públicos, dudar de su profesionalidad sentenciando que sólo actúan por lealtad a quienes les pagan. Difamar, amenazar con demandas judiciales, insultar… Y si con esos ataques se consigue provocar al periodista amenazado para que aún radicalice más su crítica, pues miel sobre hojuelas, porque eso carga de razones a su clan y lo moviliza aún más.
Pablo Iglesias usa los medios de comunicación del mismo modo que hizo Chávez. Las redes sociales le permiten crear esa posverdad que el diccionario de Oxford define como el fenómeno que se produce cuando “los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales”. Y para crear una verdad a su medida es preciso silenciar “la otra verdad”, la que se basa en los hechos, la que relatan los periodistas críticos e independientes. No es necesario imaginar lo que haría con la prensa Pablo Iglesias si alcanzara el poder, sólo hay que recordar lo que ha anunciado que hará y comprobar lo que hizo Chávez en Venezuela.
Iglesias ha asegurado que hay que establecer “mecanismos de control público para regular a los medios de comunicación” y que “el mayor ataque contra la libertad de expresión es que haya medios de comunicación que sean propiedad privada”. Cuando Hugo Chávez señalaba a un medio de comunicación como fascista y opositor, sus ‘colectivos’ comenzaban inmediatamente a perseguir a sus periodistas para insultarles, apedrearles, y hasta orinarles encima. Y ese sólo era el principio, a continuación se le cerraban todas las puertas oficiales, todo acceso a la información pública, se les imponían multas millonarias y le seguían infinidad de demandas al medio y a los periodistas, escraches y agresiones físicas. Se cerraron medios y hasta se dejó a la prensa sin papel. Todo entre aplausos de la turbamulta.
La Asociación de la Prensa de Madrid ha acusado a Pablo Iglesias y a sus colaboradores más cercanos de ejecutar una “campaña sistematizada de acoso” contra los periodistas que cubren la información de este partido con el fin de “amedrentarles” para que “escriban al dictado de Podemos, además de tratar de conducirlos hacia la autocensura”. Es un primer paso del periodismo en la dirección correcta, pero no es suficiente. Los hechos denunciados son tan evidentes, y llevan tanto tiempo realizándose impunemente, que se hace imprescindible una reacción unánime de todos los medios de comunicación y de todos los profesionales. Pablo Iglesias debe tener claro que no se le va a consentir que siga sembrando odio contra quien le critica. No caben bandos, no caben intereses bastardos de audiencia, cuando lo que está en juego es la auténtica libertad de prensa. Si hoy les permites morderme a mí no te quepa la menor duda de que mañana te van a devorar a ti.

Publicado el 06/03/2017 en OKdiario

Dejad a nuestros hijos en paz


A principios de este año, la asociación de familias de menores transexuales Chrysallis, con permiso de la autoridad, inundó las calles de algunas ciudades del norte de España con carteles que decían: “Hay niñas con pene y niños con vulva. Así de sencillo”. Iban ilustrados con un dibujo en el que se ve a niños desnudos con los genitales del sexo contrario. La controversia que generó esta campaña concluyó con roturas y pintadas en los carteles y una denuncia a los promotores ante la Fiscalía de Menores por un presunto delito de “corrupción de menores” que en mi opinión, no va a tener ningún recorrido. Las autoridades han condenado estas “agresiones” y han mostrado unánimemente su apoyo a los mensajes de la campaña.  Está amparada por una enorme variedad de leyes autonómicas aprobadas en los últimos años por todos los partidos. Leyes que, con el pretexto de garantizar los derechos de los homosexuales, pretenden imponer a nuestros hijos una ideología de género mainstream.
Como reacción a esta campaña, la plataforma Hazte Oír lanzó a finales de febrero ‘El bus que no miente’ con un eslogan a todas luces tramposo. En letra blanca a tamaño gigante dicen: “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vulva. Que no te engañen.” Y si ese fuera todo el mensaje poco se les podría objetar, por obvio. Pero debajo en letra negra un poco más pequeña subrayan: “Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo.” Y se quedan tan anchos. El mensaje es tramposo, porque pretenden que toda la crítica que reciban parezca estar negando la obviedad que dicen en letra blanca. Y nos cuelan de rondón el otro mensaje, el de letra negra, el que pretende imponer otra ideología de género tan discutible como la de Chrysallis. La diferencia es que ésta no está amparada por la nueva normativa ni es tan políticamente correcta como la primera. Así que su autobús ha sido encerrado por la Policía en un parking municipal de Coslada.
Yo les rogaría a unos y a otros que DEJEN A NUESTROS HIJOS EN PAZ. Estoy rotundamente en contra de que el Estado decida la educación ideológica que debe recibir mi hija, soy activista en la materia y hasta las últimas consecuencias me negaré a que ninguna escuela la adoctrine con ideas distintas a las que en mi familia consideramos correctas. Pero por el mismo motivo tampoco quiero que principios morales con los que tampoco estoy de acuerdo inunden mis calles con mensajes dirigidos a los menores de edad. Olvidaros de nuestros hijos, dejadnos que los padres decidamos qué moral les queremos enseñar.
Pero, sobre todo, entiendan ambos lobbies el verdadero significado de la libertad de expresión. La cita no es de Voltaire, a quien erróneamente se atribuye, sino de su biógrafa, lo cual no le resta ninguna validez cuando dijo: “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”. Si no quieres que nadie censure tus ideas, deja tú de censurar las de los demás. Si no estás de acuerdo con una idea, rebátela usando tus argumentos, no pretendas tacharla o encerrarla en un parking municipal. En España últimamente parece que la libertad de expresión es sólo para los comunistas y la libertad religiosa, sólo para los musulmanes. Parece que hasta nos avergonzamos de quienes somos. Si permitimos que los políticos legislen sobre lo que es delito de odio y lo que es libertad de expresión, acabarán imponiéndonos sus opiniones a la fuerza, y no se lo podemos permitir.

Publicado el 03/03/2017 en OKdiario