Bicho malo morirá matando

 


En 2013, cuando Esperanza Aguirre había dejado ya de ser presidenta de la Comunidad de Madrid, pero seguía siéndolo del PP de Madrid, propuso que no pudiera acceder a un cargo público, escaño o puesto directivo de su partido «alguien que no haya cotizado a la Seguridad Social en otra cosa. Que no haya sido autónomo, empresario, que no haya hecho cosa distinta en su vida». Incidiendo en esta idea, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, aseguró que ella, «suprimiría las nuevas generaciones de los partidos». Pablo Casado fue elegido con 24 años presidente de Nuevas Generaciones sin haber hecho otra cosa antes que estudiar para sacarse las licenciaturas en derecho y administración de empresas y aquel famoso máster de la Universidad Rey Juan Carlos.

En Nuevas Generaciones Casado coincidió con García Egea, Isabel Díaz Ayuso, Ana Camins, Martínez-Almeida, Ángel Carromero, etc., de forma que, cuando en julio de 2018 ganó las primarias para ser el sucesor de Rajoy, se dijo que, por primera vez, tras años de aportar solamente cargos de segunda y tercera fila, Nuevas Generaciones tomaba el poder del Partido Popular. “Niñatos” y “chiquilicuatres” los llamó Esperanza Aguirre, cuando se posicionó a favor de que Ayuso pudiera dirigir cuanto antes el PP de Madrid. La RAE define chiquilicuatre como “persona, frecuentemente joven, algo arrogante y de escasa formalidad o sensatez” y niñato como “persona joven presuntuosa e inmadura”. Dos definiciones que encajan perfectamente con los personajes que han dirigido el Partido Popular en los últimos años, mirando exclusivamente por sus egoístas intereses personales, expulsando a cualquiera que les hiciera sombra y permitiendo que Pedro Sánchez entregara el Gobierno a comunistas, golpistas y proetarras sin sufrir menoscabo electoral ninguno.

Casado, que había sido jefe de gabinete de Aznar y vicesecretario general de comunicación del PP con Rajoy, se presentó a las primarias como el fiel de la balanza entre una Soraya Sáenz de Santamaría, que representaba la continuidad de Rajoy, y la secretaria general María Dolores de Cospedal, que simbolizaba al partido, enfrentado a Soraya. Su discurso de regeneración hacía creer que el PP volvía a los planteamientos tradicionales de la derecha, que habían sido abandonados en tiempos de Rajoy y Soraya. En este sentido se interpretó la elección de Cayetana Álvarez de Toledo como cabeza de lista por Barcelona y portavoz del grupo parlamentario en el Congreso, donde fueron notables sus enfrentamientos dialécticos contra comunistas como Pablo Iglesias, golpistas como Rufián y neofeministas como Irene Montero, a la que llegó a recomendar que mandara a su pareja a “dormir en el sofá”, por machista. Hasta que en agosto de 2020 Casado la hizo callar.

Y ya sin Cayetana, niñatos y chiquilicuatres manejaron con mano de hierro un partido en el que la mediocridad evitaba que nadie pudiera hacerle sombra a Casado, quien rápidamente pactó con Sánchez la entrega del Tribunal Constitucional (TC), además del Tribunal de Cuentas, el Defensor del Pueblo y la Agencia Española de Protección de Datos. El mismo TC que ha decretado ilegales los dos estados de alarma de Sánchez, el cierre del Congreso durante la pandemia, el nombramiento de Rosa María Mateo como presidenta de RTVE y hasta la entrada de Iglesias y Redondo en el CNI, pocos problemas le va a dar ya.

El día de la moción de censura de Abascal contra Sánchez media España descubrió quién era el Casado que se revolvió como una fiera contra alguien que hasta ese día había sido su amigo, pero al que veía ya como único enemigo, porque Abascal dejaba ver sus debilidades y ponía en peligro su poder personal. Hoy, gracias a Ayuso, ya no queda nadie que no sepa lo miserable que puede llegar a ser Casado. Un bicho malo que morirá matando a cualquiera que él piense que supone una amenaza, sin importarle el daño que le haga a su partido, a sus compañeros, a sus cada vez menos votantes y a España.

Publicado el 22/02/2022 en Okdiario 

Casado tiene que rectificar

 


Como dijo el jesuita Baltasar Gracián en uno de los aforismos de su tratado Oráculo manual y arte de prudencia: “Todo necio es persuadido (obstinado), y todo persuadido necio; y cuanto más erróneo su dictamen, es mayor su tenacidad”. Pablo Casado se confundió el día que rompió puentes con Santiago Abascal acusándolo de “pisotear la sangre de las víctimas de ETA” porque la moción de censura que había presentado contra Pedro Sánchez “no la dispara contra el Gobierno, sino contra el partido que le ha dado trabajo quince años”. Estuvo necio como no puede permitirse aparecer el líder de un partido que pretende presidir el Gobierno de España. Ofuscado por la ira que le provoca la soberbia de pensar que los 11 millones de votos que Rajoy recibió en 2011 le pertenecían en propiedad y que, en consecuencia, Abascal le había robado 4 millones de papeletas en 2019. Enfurecido por tanto oírse llamar “derechita cobarde”.

Ese día Casado mostró delante de toda España un odio que sólo ponía de manifiesto su propia debilidad. Era lícito, comprensible y hasta podía considerarse razonable por algunos, que no votara a favor de la moción de censura presentada por Abascal contra Sánchez si pensaba que, como matemáticamente no tenía posibilidades de salir adelante, tan sólo suponía una estrategia electoralista por parte de VOX, que aprovechaba además la ocasión para promocionar a su prácticamente desconocido candidato en unas elecciones a la Generalidad de Cataluña que se iban a celebrar tres meses después. Pero Casado no sólo hizo que su partido votara en contra de Abascal y a favor de Pedro Sánchez, sino que todo el mundo entendió que la dureza de su discurso y los ataques personales significaban un antes y después en la relación entre los dos partidos de centro y derecha.

Negándose a pactar con VOX, Casado cae en la trampa que le ha tendido la izquierda. Los mismos que ahora llaman extrema derecha al partido de Abascal han llamado antes fascistas a los del PP y hasta a los progres de Ciudadanos. El bipartidismo se acabó en 2015 y con él las mayorías absolutas que permiten gobernar en solitario. Pedro Sánchez tardó 48 horas en entenderlo y tras prometer que jamás pactaría con la extrema izquierda populista, aceptó ser investido con sus votos más los de los proetarras, a los que ahora llama hombres de paz, y hasta los de los partidos golpistas a los que había prometido encarcelar. En palabras de Pablo Iglesias, todos tendrán que “cabalgar contradicciones” si no quieren beneficiar a los contrarios. Ningún votante del PP debería entender que, pudiendo gobernar Castilla y León junto a VOX, el PP hiciera igual que en Ceuta y pactara con el mismo PSOE que es socio de comunistas, proetarras y golpistas.

Isabel Díaz Ayuso lo entendió desde el primer momento. Ya antes de las elecciones de 2019 hizo unas declaraciones en las que dijo que “sus enemigos no son ni Ciudadanos ni VOX, sino un Gobierno monocolor del PSOE”. Y hace cinco días, tras ser aplaudida hasta por la extrema izquierda por su desacertada respuesta a Rocío Monasterio, en relación con la violencia de las bandas latinas, esas que ahora Marlaska quiere que pasen a llamarse pandillas juveniles o algo así, la presidenta de la Comunidad de Madrid matizó que: “Mi mensaje no es contra Vox, con quien mantengo una buena relación, y así seguirá siendo aunque discrepemos. Es en contra del comunismo que está destrozando nuestras instituciones”. Ha llegado la hora de dejarse de asquitos y sentarse a negociar con VOX, partiendo de la premisa de que lo primero debe ser siempre derrotar a la izquierda corrupta, liberticida y anti española, que nos lleva a la ruina económica y social.

Publicado el 15/02/2022 en Okdiario 

Inhabilitar a Batet


 

El voto del diputado del PP, Alberto Casero, a la contrarreforma laboral de Yolanda Díaz y Antonio Garamendi, fue contrario al de su partido y decisivo para que saliera aprobada sólo por ese voto. Él dice que la aplicación informática se equivocó, pero esto va a ser muy difícil de acreditar e irrelevante para el fondo de la cuestión porque, inmediatamente después de emitirlo y antes de que se llevara a cabo la votación presencial, Casero, pese a estar enfermo, se personó en el Congreso de los Diputados y manifestó su intención de anular su voto telemático y volver a votar presencialmente, a lo cual tiene derecho conforme al Reglamento del Congreso, las resoluciones de la Mesa de dicha Cámara e incluso el Tribunal ConstitucionalPero Meritxel Batet decidió impedirle ejercer ese derecho, incurriendo presuntamente en el delito de prevaricación previsto en nuestro Código Penal.

Dice el artículo 404 del Código Penal que: “A la autoridad o funcionario público que, a sabiendas de su injusticia, dictare una resolución arbitraria en un asunto administrativo se le castigará con la pena de inhabilitación especial para empleo o cargo público y para el ejercicio del derecho de sufragio pasivo por tiempo de nueve a quince años.” Una resolución arbitraria es aquella que es contraria a la justicia, la razón y las leyes y, según la jurisprudencia, para ser delito y no falta, ha de ser dictada “a sabiendas de su ilicitud”, o sea, con intención deliberada y plena conciencia de su ilegalidad. Que la decisión de Batet fue ilícita es evidente, ya que va en contra de lo previsto en la resolución de la Mesa del Congreso de los Diputados, de 21 de mayo de 2012, para el desarrollo del procedimiento de votación telemática, que en su apartado sexto dice: “El diputado que hubiera emitido su voto mediante el procedimiento telemático no podrá emitir su voto presencial sin autorización expresa de la Mesa de la Cámara que, en el supuesto en que decida autorizar el voto presencial, declarará el voto telemático nulo y no emitido”.

Es decir, que la ley obliga a que sea la Mesa del Congreso la que decida si se dan o no las circunstancias previstas en el Reglamento para que un diputado anule su voto telemático y vuelva a votar de modo presencial. Y está claro que Meritxel Batet conoce esta resolución, ya que todos pudimos escucharla decir, ante la reclamación de la portavoz del PP en la Cámara, Cuca Gamarra, que “la Mesa es conocedora y ha podido analizar lo que usted me va a plantear y es una cuestión técnica de la Mesa, de decisión de la Mesa y no de tratamiento de Pleno” y se negó a darle la palabra. Pero esto es mentira, la Mesa del Congreso no se había reunido para analizar la solicitud del diputado del PP que quería corregir su voto, Batet sabía que no se había reunido, porque ella la preside, y conocía que es a la Mesa a quien le correspondía esta decisión, porque así se lo dijo a la portavoz del PP. Pero su partido, el PSOE y, sobre todo, su líder, Pedro Sánchez, necesitaban ese voto que ella ya sabía que cambiaría el resultado de la votación y Batet decidió aprovecharse del error y no permitir corregirlo.

Luego se dan todos los requisitos que exige el Código Penal para el delito de prevaricación administrativa, penado con inhabilitación para cargo público. Sería absurdo pretender por este motivo derogar esta contrarreforma laboral, porque la oposición no cuenta con suficientes votos para ello, una vez que Ciudadanos ha decidido regalar su apoyo al PSOE. Para sacarla adelante en una nueva votación sería suficiente con que Podemos ocupe el escaño que tienen vacío desde la inhabilitación del pateapolicías Alberto Rodríguez. Y es seguro que ni ERC ni Bildu consentirían que se volviera a repetir un resultado como el de la semana pasada y que, para evitarlo, prestarían al Gobierno los votos que fueran necesarios para que PP y VOX no se salieran con la suya. Esa es ya una batalla perdida. En lo que está tardando el PP es en acudir a la vía penal, una vez agotada la vía parlamentaria, para que Meritxel Batet sea inhabilitada por este pucherazo que vulneró el derecho fundamental de un diputado del Congreso.

Publicado el 08/02/2022 en Okdiario 

Lo de menos es lo mala que sea nuestra candidata a Eurovisión


Radio Televisión Espantosa, como muy bien nombró Rosa María Mateo al sectario ente del que fue administradora nada menos que tres larguísimos provisionales años, había engañado a los forofos de Eurovisión, haciéndoles creer que podrían elegir al candidato de España para quedar entre los últimos de este año, como venimos haciendo de forma regular desde hace bastante tiempo. Recordemos que España no gana este festival desde 1969, que lleva desde 2015 del puesto 20 para abajo -y eso que a la final llegan sólo 26-, que por encima del puesto 10 no quedamos desde 2003 y entre los 5 primeros no estamos hace casi 30 años. En realidad, el candidato español ha sido elegido de una forma similar a como se hace en la final internacional de Eurovisión, donde el 50% de los votos de un país los decide un jurado profesional y el otro 50% los decide el público.

En nuestro caso, RTVE había rebajado aún más la fuerza del televoto ya que, del 50% de los puntos que repartiría el público, la mitad, o sea un 25% del total, lo haría una muestra de población española compuesta por 350 personas, seleccionada según criterios demoscópicos. Con lo que tan sólo el otro 25% de los puntos serían asignados por los eurofans de cada candidato. El televoto en realidad sólo es un negocio con el que los organizadores recuperan parte del dinero que les cuesta esta producción, ya que se usan números de tarificación especial con un coste bastante superior al de una llamada o SMS ordinario de forma que cada mensaje de texto costaba 1,45 euros y las llamadas 1,45 euros desde red fija y 2 euros desde la móvil.

De esta forma RTVE se garantizaba el control del candidato a fracasar este año en Eurovisión y, al mismo tiempo, se aseguraba el dinero de unos pardillos que se creían que, pagando, podrían ayudar a su favorito. Pero, para complicarlo aún más todo, en esta España invertebrada tan bien descrita por Ortega y Gasset, en la que los nacionalismos excluyentes han conseguido más poder del que nunca habían tenido antes; y con una extrema izquierda que, desde la caída del muro de Berlín, no deja de abrazarse a todo  tipo de multiculturalismos, neofeminismos, ultraecologismos, animalismos absurdos y cualquier estupidez contraria al sentido común; la política populista de mirada corta no podía perder la oportunidad de mostrar sus preferencias por unas candidatas que, en gallego, reivindicaban la emigración ilegal y por otras que pretendían convertir su cancioncilla en un himno feminista reivindicador de algo tan novedoso y rompedor como la lactancia materna.

Y ahí que se tiró de cabeza la madre de los hijos de Pablo Iglesias y sólo por eso, ministra de Igualdad, Irene Montero a lanzar su arenga hembrista con su particular y ridícula interpretación de una de las letras, afirmando que, a la derecha, le “dan miedo nuestras tetas”. Pero todavía más sorprendente ha sido la reacción de los seguidores de las candidatas del nacionalismo gallego. Hasta el PP de Feijóo y Casado se ha sumado a Podemos, al BNG y a CCOO y ha cuestionado al jurado en el Senado. Y detrás de ellos toda la extrema izquierda anti española y todos los independentistas están que braman porque la elegida ha sido una mujer cubana cuya madre huyó de la dictadura comunista, en vez de unas nacionalistas gallegas o una hembrista catalana. Lo de menos es qué tal cante nuestro candidato a Eurovisión, ya sabemos que va a quedar entre los últimos y, en realidad, eso nos importa un comino a casi todos.

Publicado el 01/02/2022 en Okdiario