A por la enésima refundación del centro político español


La verdad es que ya he perdido la cuenta y no sabría decir cuántas veces se ha refundado el centro político español desde la Transición. De la UCD de Adolfo Suárez al CDS; de la Alianza Popular de Fraga al PP de Aznar primero, el giro al centro de Rajoy y Soraya, la debacle y el intento de Casado por encontrar un sitio entre los del dimitido Albert Rivera y los del triunfador Santiago Abascal. Pero entre tormentas y catástrofes sus líderes han proporcionado a España las etapas más exitosas de nuestra historia reciente. La Transición, el cumplimiento de los requisitos de Maastricht para acceder a la Unión Monetaria europea, la salida de la crisis cuando España estaba al borde de la quiebra y de la intervención económica y hasta la abdicación de un rey. Pero nunca han sabido enfrentarse a esa ‘España invertebrada’ tan bien descrita por José Ortega y Gasset a principios del siglo pasado.
Hoy a Ortega y Gasset le llamarían populista por decir aquello de que “ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil”. Y más concretamente dirían que era un populista de VOX por aquello de “me opongo a una división en dos Españas diferentes, una compuesta por dos o tres regiones ariscas; otra integrada por el resto, más dócil al poder central.” Etiquetas inútiles aparte, todos vemos claro que, de haberse presentado unidos, el centro derecha español habría ganado las elecciones del domingo al sumar PP, VOX, Cs y N+, 44.000 votos más que PSOE, UP, MP y Compromís; pese a lo cual lograron 6 diputados menos. Los 10,4 millones de votos que sumó el centroderecha se aproximan mucho a los 10,8 millones que le dieron mayoría absoluta a Rajoy en 2011 con una participación de 71,71% entonces, frente al 69,87% del domingo.
Así que toca arremangarse y ponerse a trabajar. No debería ser muy difícil la unión del PP con los restos de Cs. El último giro de la veleta naranja hacia la derecha expulsó del partido a los más progres de una marca electoral surgida para sustituir al Partido Socialista de Cataluña por su cercanía con los postulados independentistas, cuando Albert Rivera pretendió girar el timón para intentar reemplazar al PP como líder de la oposición. Una vez fracasada esta estrategia el partido de Casado debería ser generoso rescatando a sus náufragos junto a la siempre valiosa Rosa Díez. Y juntos, azules, naranjas y rosas, deberían estudiar las condiciones en las que permitir la investidura a un PSOE sin Pedro Sánchez, para evitar la caída del Gobierno de España en manos de los golpistas de ERC y los chavistas del marqués de Galapagar.
Esa refundación del Partido Popular les permitiría ocupar con dignidad la posición de centro en la que siempre se han desenvuelto tan bien cuando han gobernado, permitiendo que a su derecha se consolide la marca de Santiago Abascal y a su izquierda se peleen entre el PSOE y Podemos con sus confluencias y disidencias. Ya no le haría falta a ese nuevo PP refundado seguir defraudando a sus votantes con programas electorales en los que se oponen al discurso único progresista con medidas que jamás cumplen cuando llegan al Gobierno. Podrían seguir diciendo que “el Estado de las Autonomías es lo mejor que nos ha podido pasar a los españoles”, manteniendo las políticas totalitarias de género, lingüísticas o de Memoria Histórica de la izquierda y subiendo los impuestos sin el menor problema. El nuevo PP refundado puede ser esa bisagra que no logró ser Cs, un partido de centro que puede pactar con la izquierda y con la derecha para evitar que los independentistas decidan gobiernos.
Publicado el 11/11/2019 en Okdiario

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