Hay que odiar al comunismo

 


El gran Javier Pérez-Cepeda, alias Churruca, escribió aquel tuit antológico que dice que «en cada generación hay un selecto grupo de idiotas convencidos de que el fracaso del colectivismo se debió a que no lo dirigieron ellos» y en este concepto genialmente expresado reside el mayor peligro del comunismo. Por muchos fracasos acumulados a lo largo de la historia, por muchas generaciones arruinadas, ni siquiera llevando más de 100 millones de muertes provocadas, países arruinados, vidas perdidas… nunca nada es suficiente para que dejen de intentar aplicar tan criminal sistema una y otra vez. Insistirán en que en realidad lo que se ha implantado nunca ha sido verdadero comunismo o te dirán que lo que ellos quieren desarrollar ahora en realidad no es comunismo, sino otra cosa nueva a la que llamarán socialismo, chavismo, igualitarismo, republicanismo… da igual, siempre reclaman nuevas oportunidades para seguir arruinando países y asesinando a la gente.

El Gobierno de España hoy está en manos de comunistas. Algunos de ellos sin careta, como los proetarras de Euskal Herria Bildu, comunistas clásicos en su versión 9 mm parabellum y amonal, que al comunismo lo llaman izquierda abertzale y que es heredero de todas las formaciones políticas que fueron ilegalizadas por formar parte de ETA y está dirigido por miembros de la banda terrorista como Arnaldo Otegui, ese «hombre de paz», como lo definía Zapatero, que fue condenado y encarcelado por el secuestro del empresario Luis Abaitua y a quien Javier Rupérez acusa de ser también el etarra que lo secuestró a él. Comunistas clásicos que ahora se han hecho socios de un PSOE que negocia con ellos los presupuestos de España y de Navarra y que pronto les ayudarán a lograr el Gobierno del País Vasco desbancando a los que hasta hora recogían sus nueces.

Y en el Consejo de Ministros se sientan comunistas confesos como Pablo Iglesias, el orgulloso hijo de un miembro del FRAP, organización terrorista comunista creada por el PCE (m-l), escisión prochina del Partido Comunista de España que se inspiraba en las estrategias de Mao Zedong, el mayor asesino del siglo XX, ya que se estima que entre 49 y 78 millones de personas murieron durante su mandato, sea por ejecución, encarcelamiento o de hambre. El comunismo de Pablo Iglesias era declarado abiertamente antes de la fundación de Podemos para más tarde pasar a ser teñido de morado, pero sus objetivos siguen siendo los mismos. Por eso nadie vio extraño que, cuando el Partido Popular instó al Gobierno a incorporar los crímenes cometidos en nombre del marxismo a su Ley de Memoria Democrática, aplicando la resolución que en este sentido hizo el Parlamento Europeo en septiembre de 2019, el diputado de Podemos, Enrique Santiago, se negara aduciendo que «comparar el comunismo con otro sistema político es complicidad y negacionismo».

Terrorismo y comunismo siempre han ido de la mano en todos los continentes y a lo largo de la historia, como ahora se dan la mano en el Gobierno de España. Nos gobierna un nuevo Frente Popular conformado por los proetarras de Bildu, los golpistas de ERC, los comunistas de Podemos y un Pedro Sánchez que ha escorado tanto la ideología del PSOE hacia la extrema izquierda, que ya no se distingue del resto de sus socios. No hay que ser adivinos, sólo hay que comprobar lo que todos estos han hecho allí donde antes han gobernado para saber lo que nos van a hacer aquí. Como hizo el Parlamento Europeo, hay que recordar que «los regímenes nazi y comunista cometieron asesinatos en masa, genocidios y deportaciones y fueron los causantes de una pérdida de vidas humanas y de libertad en el siglo XX a una escala hasta entonces nunca vista en la historia de la humanidad». A los idiotas que en esta generación quieren volver a intentar implantar el comunismo hay que odiarlos, ilegalizarlos y echarlos.

Publicado el 24/11/2020 en Okdiario

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