Las dimisiones no se anuncian: ¡qué bochorno!


 

Saturnino Calleja Fernández fue un editor, escritor, traductor y pedagogo español del siglo XIX y se especializó en la publicación de cuentos ilustrados entre los que destacan los famosos Cuentos de Calleja, pequeños, coloridos y de calidad a un precio muy asequible de entre 5 y 10 céntimos de peseta. Así se empezó a usar la expresión tener más cuento que Calleja para acusar a alguien de ser mentiroso, quejica o exagerado… como Pedro Sánchez.

Cuando este miércoles a las 7 de la tarde, Pedro Sánchez hizo pública en sus redes sociales esa carta a la ciudadanía en la que fingía ser la víctima llorona «de una operación de acoso y derribo por tierra, mar y aire» con la que «la derecha y la ultraderecha política y mediática» pretende hacerle «desfallecer en lo político y en lo personal atacando a mi esposa»; sentí un extraño déjà vu, porque esta situación ya la hemos vivido antes.

Recordemos como, inmediatamente después de que pillasemos a Pedro Sánchez metiendo votos en una urna escondida detrás de una cortina, tratando de falsificar el resultado del Comité Federal del PSOE que finalmente le descubrió y le obligó a dimitir, él se subió a su Peugeot 407 acompañado de Koldo y de Ábalos para recorrer España recabando apoyos entre las bases de su partido y así volver a convertirse en el líder del PSOE fingiendo ser la víctima de los líderes del partido que lo habían echado.

Lamento tener que citar a un Karl Marx cuyos delirios tanto daño han causado a la humanidad, pero fue él quien dejó escrito aquello de que «la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa». En septiembre de 2016, la tragedia para España comenzó el día que, el mismo Pedro Sánchez que apenas un año antes posaba delante de una gigantesca bandera de España, dando un discurso en el Teatro Circo Price de Madrid, en su presentación como candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno en 2015, decidió convertirse en el más radical de todos los extremistas de izquierdas y unir su destino a todos los partidos independentistas y proetarras, que es precisamente lo que pretendía evitar el Comité Federal del PSOE que lo expulsó.

Lo de ayer fue lo mismo, pero repetido como una miserable farsa. Una burla a la inteligencia. La carta a la ciudadanía no parece redactada por el Pedro Sánchez que viste con traje y corbata, sino que parece redactada por Nicolás Maduro con el chándal de la selección venezolana. La caverna me ataca porque soy bueno, la fachosfera me agrede por defender a los pobres, «la derecha y la ultraderecha política y mediática» van contra mí porque quieren frenar «la justicia social y la regeneración democrática» que yo represento. Al más puro estilo chavista imita los falsos intentos de atentado que recurrentemente finge el líder venezolano cada vez que le conviene agitar a las masas más incultas y subvencionadas. Esto no puede pasar en España, nosotros no somos Venezuela, decíamos antes, igual que los venezolanos pensaban que a ellos no les podía ocurrir lo que pasa en Cuba… y ya ves cómo están y como estamos.

Las dimisiones no se anuncian, cuando a un dirigente se le pilla con una esposa y un hermano que se aprovechan de su posición para medrar, se hace la maleta y se marcha. ¿Qué es esto de pedirse cuatro días de excedencia de la presidencia del Gobierno? ¿Se los va a descontar de sus vacaciones o va a renunciar a la parte proporcional de su sueldo? Y si no piensa dimitir, ¿a qué espera para dar las explicaciones que toda la prensa nacional e internacional le reclama unánimemente?

Sánchez no tiene la menor intención de dimitir y mucho menos va a dar explicaciones. Otra vez vuelve a hacer como cuando en 2016 se subió a su Peugeot para recibir el apoyo de los más ultras de entre los radicales de extrema izquierda que odian más al centro derecha de lo que se respetan a sí mismos y a su propia dignidad. ¡Qué bochorno de presidente populista!


Publicado el 25/04/2024 en Okdiario

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