El ‘déjà vu’ del voto útil


 

Es como un interminable déjà vu. Tengo la extraña sensación de que esto que estamos viviendo en este justo momento no es más que la repetición de una experiencia del pasado. El día de la marmota que vuelve elección tras elección. En marzo de 2019, unas semanas antes de las primeras elecciones generales que se celebraron ese año, Eduardo Inda entrevistaba a Pablo Casado en el bar de Alsasua donde se dio una paliza a dos guardias civiles y a sus novias. En ella, el presidente de los populares pidió «optimizar todos los apoyos en el PP como única alternativa válida a Pedro Sánchez». Lo mismo volvió a pedir en las elecciones de noviembre de ese mismo año, afirmando que la única manera de evitar la ingobernabilidad que auguraban los sondeos era que los votantes de Ciudadanos y Vox se aglutinasen en el PP. Igual que han hecho en todas las elecciones autonómicas y municipales.

La constante apelación al voto útil es la desvergonzada forma que tienen los partidos políticos de pedir a los electores que les voten, aunque sea con la nariz tapada, en base a un supuesto interés general que sólo ellos creen representar. El argumento es completamente falaz, ya que traspasa al votante la responsabilidad por las consecuencias de la mala gestión de los políticos. El candidato que apela al voto útil pide recibir el voto del elector que ya había decidido no votarle y que tomó esta decisión en función de su experiencia, pero se le advierte de que será por su culpa si gana otro. Así se intenta no recibir ningún castigo, por mucho que uno se corrompa, incumpla sus promesas y defraude a sus antiguos votantes. Haya hecho lo que haya hecho, hay que votarle porque si no ganará otro que es peor que él.

Antes de que surgieran los nuevos partidos que llevan unos años presentándose a las elecciones, en tiempos del bipartidismo, esta era una realidad innegable de la que era difícil escapar. En más de una ocasión, todos hemos tenido que votar con la nariz tapada al que considerábamos que era el menos malo, aunque no nos acabase de convencer, para así tratar de evitar que nos gobernase el peor. Pero eso ya no es así y ahora la apelación al voto útil va contra el sentido común. Si cualquier partido defrauda a sus votantes, pero éstos, teniendo otra alternativa, vuelven a votarlo porque les dicen que es lo que tienen que hacer para evitar un mal mayor, le transmiten el mensaje de que puede volver a hacerlo con total impunidad. Un voto cautivo bastante poco democrático.

Para convencer a estos votantes defraudados se llega hasta a hacer trampas con las encuestas y la aplicación de la regla D’Hont, haciendo creer que se van a perder sus votos y obviando que lo más probable es que, si, por ejemplo, Vox está cerca de conseguir un escaño, pero, por la apelación al voto útil, un puñado de sus votantes se cambian al PP, quien va a salir beneficiado será Sumar, que puede así lograr ese escaño en disputa. Todos los demócratas compartimos el objetivo prioritario de echar a Sánchez para derogar el sanchismo, pero no todos compartimos cuál es la mejor forma de hacerlo. Vox ya ha demostrado que ha sido útil para vencer al socialismo en la Comunidad ValencianaExtremadura, Castilla y León, y antes en AndalucíaMurcia, la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, así como en muchísimos otros ayuntamientos. Desde que se terminó el bipartidismo, el único voto útil es al partido que mejor represente las ideas de cada uno y en el que cada cual piense que más se puede confiar. La responsabilidad de los electores llega hasta ahí. Después serán los elegidos los que tengan la obligación de llegar a los acuerdos que sean necesarios para llevar a cabo sus promesas sin defraudarles. Que cada palo aguante su vela y cada candidato su responsabilidad.


Publicado el 20/07/2023 en Okdiario

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