Este sábado el terrorismo islamista ha vuelto a
atacar en Londres, los asesinos
arrollaron con una furgoneta a los peatones que paseaban por el Puente
de Londres, se bajaron y apuñalaron a los que tuvieron la mala suerte de
cruzarse con ellos. Un par de semanas antes otro terrorista hizo
estallar sus bombas a la salida de un concierto
de Ariana Grande en el Manchester Arena. Un mes antes, en París, a unas
horas de las elecciones, asesinaron a un policía. El 7 de abril, en una
calle comercial de Estocolmo, otro malnacido asesinó a varias personas,
atropellándolas con un camión. Hace un par
de meses en el metro de San Petersburgo hicieron explotar un artefacto
casero, causando catorce muertos. Unos días antes otro terrorista
musulmán atropelló a varios peatones en la acera del Puente de
Westminster y cuando se bajó del vehículo asesinó a un policía
en la puerta de la Cámara de los Comunes. Esto sólo en los dos últimos
meses, pero claro que hay más, mucho más. Nos estamos habituando.
El islamismo radical ha causado ya
369
muertos en Europa desde 2015. Estambul, Berlín, Niza, Bruselas, París,…
las calles de Europa se llenan de sangre. Lo mismo que las no
occidentales. Afganistán, Egipto, Pakistán, Siria, Irak, Somalia,
Nigeria, Yemen, Malí… casi no hay ningún rincón del mundo
donde estas malas bestias no estén causando muerte y destrucción con
alguna de sus múltiples marcas. Daesh, Boko Haram, Talibanes, Al Qaeda,
Hamás… o lo que es más común entre nosotros, estos terroristas “low
cost” que copian el modelo de terrorismo
palestino,
atropellando y apuñalando a civiles desarmados en zonas muy
concurridas. Terrorismo islamista que lleva años sufriendo Israel y al
que ya nos estamos acostumbrando aquí. En Europa llevamos años
importando
la materia prima necesaria para, de repente, radicalizarse y convertirse en un asesino en el nombre de Alá.
Después de los atentados sabemos lo que va a
hacer cada uno. La ultra izquierda
populista nos va a echar la culpa a nosotros, dirán que es el
capitalismo occidental el que provoca el terrorismo y que mueren más
musulmanes por nuestra responsabilidad que occidentales por el
terrorismo islamista. Los progres se cogerán de la mano de algunos
liberales para exigir respeto a todas las religiones y acusar de
racistas y xenófobos a quienes se se nos ocurra sugerir que deberíamos
empezar a defendernos de los musulmanes intolerantes. Y después
encenderán unas velas cantando el
'Imagine' de John Lennon. La derecha pedirá que se cierren
las fronteras y las mezquitas en las que los terroristas se han
radicalizado, y que se expulse a todos los islamistas extranjeros
clasificados como de riesgo para la seguridad. Todos haremos
poco más o menos lo mismo que hemos hecho en los atentados anteriores y
esas reacciones también ayudarán a conformar esta nueva normalidad.
Normalidad a la que el terrorismo islamista nos ha conducido, que consiste en que todos
inconscientemente asumimos
que la próxima víctima puedo ser yo o puedes ser tú, tus hijos o
cualquiera de tus seres queridos. Porque todos vamos a conciertos y
transitamos por
zonas concurridas y queremos seguir haciéndolo. Las víctimas de ETA,
cuando ya no aguantaban más la situación, podían salir del País Vasco y
cambiarse a alguna otra ciudad de España en la que el terrorismo no les
hacía insufrible la vida. Pero de estos malnacidos
hijos de Satanás no tenemos donde escondernos. Nos acostumbramos a
vivir con este terror. Las ganas de vivir, de mantener nuestras
costumbres, nuestras libertades y nuestra forma de vida son tan grandes,
que lo hacemos rápidamente, como un mecanismo natural
de supervivencia.
Publicado el 07/06/2017 en OKdiario
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