La Tonta de la Bandera


El periodista y novelista Jaime Campmany ha sido el mayor especialista en tontuna de todos los tiempos, pero a su muerte dejó inconcluso su Diccionario de Tontos; magna obra en la que pretendió recoger más de 500 tipos o especialidades dentro del extenso mundo de los tontos, entre los que, a modo de somero ejemplo, podemos señalar el tontolaba, el tonto del carajo, el tonto de cojones, el celebradísimo tonto contemporáneo, el tonto de remate, o el tonto de solemnidad. Recogió su legado el genial Antonio Burgos, periodista que falleció a finales de 2023 sin haber podido concluir esta enciclopedia universal de los sandios que él quiso renombrar como Elenco de Tontos del Reino, al que contribuyó aportando el más sobresaliente de todos ellos: el «tonto con balcones a la calle», que definió como «aquel cuya estulticia es tan manifiesta que se muestra al exterior», tan solo superado por una especialidad destacada de este mismo tipo de zotes, que es el «tonto con balcón de esquina».

 

Si cualquiera de ellos aún viviera habría identificado inmediatamente a la desde hace más de nueve años diputada en el Congreso, Miriam Nogueras, como la máxima exponente de un nuevo tipo de tonto exhibicionista: La Tonta de la Bandera. En cuanto tiene una cámara y un micrófono delante, a Miriam Nogueras le encanta presumir de su necedad manifestando la simpleza inherente a todos los estólidos con el gesto de apartar de ella la bandera de España, que «simboliza la nación, es signo de la soberanía, independencia, unidad e integridad de la patria y representa los valores superiores expresados en la Constitución», según establece la Ley 39/1981 por la que se regula el uso de la bandera de España.

 

Miriam Nogueras alardea de su tontuna tratando de ofender el símbolo del que come. Y con la boca y los dientes que tiene seguro que come mucho más de lo poco que es capaz de reflexionar. El Congreso de los Diputados de España le paga cada año a la Tonta de la Bandera, una analfabeta sin estudios, que antes ejercía de concejal de un pequeño pueblo de menos de 20.000 habitantes, la nada despreciable cifra de  117.698 € cada año, que en los nueve años que ya lleva chupando del bote español suma más de un millón de euros, cifra a la que en su miserable vida podría haber aspirado una becerra que ni siquiera fue capaz de terminar sus estudios de Comunicación Audiovisual y que ahora, a sus 45 años, dice que está estudiando Marketing Digital y Comercio Electrónico para poner algún diploma en su vergonzoso currículum, aunque tenga que ser pagando.

 

Como diputada española, Miriam Nogueras goza de todos los privilegios, no sólo económicos, que le otorga nuestra Constitución, lo que le permite prácticamente ser impune para ultrajar nuestros símbolos. Cuanto más nos ofende, más disfruta, sabiendo que nada podemos hacer contra ella. Cualquier reproche que dirijamos contra la Tonta de la Bandera será recibido con la misma satisfacción que siente el Tonto con Balcones cada vez que sale a la calle a mostrar a los peatones sus escasas luces. A los tontos como Miriam Nogueras sólo se les puede tratar con el desprecio que más les duele, que es ignorándolos y riéndonos de su tontuna para ponerlos delante del espejo. Nuestras protestas se deben dirigir exclusivamente contra Pedro Sánchez, que es el único responsable de que la Tonta de la Bandera junto con la Tonta de las Pistolas, decidan nuestro presente y nuestro futuro; pero de la proetarra María de las Mercedes Aizpurúa ya hablaremos otro día. Hoy toca contar que cada vez que la Tonta de la Bandera ultraja el símbolo de nuestra nación es como si lo estuviera haciendo Pedro Sánchez a cambio de los siete miserables votos por los que tanto está dispuesto a humillarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario