Hace apenas un mes, el 10 de mayo pasado, el
Presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, firmó un
convenio con la Fundación Amancio Ortega que donará a la sanidad pública extremeña
12,8 millones de euros para la adquisición de cuatro aceleradores lineales que
permiten realizar tratamientos de radioterapia a los enfermos de cáncer. Esa
misma mañana Vara fue entrevistado en el programa Las Mañanas de Cuatro TV, donde
hizo campaña a favor de Susana Díaz diciendo que se iba a elegir “entre una
izquierda transformadora, moderna y centrada, o una izquierda radical que se vaya a competir con Podemos por los votos
de extrema izquierda de este país".
Pero hete aquí que 11 días después se celebran las
primarias y es Pedro Sánchez el elegido nuevo Secretario General de un PSOE al
que vuelve muy reforzado. Y a Fernández Vara le empiezan a templar las piernas
cuando ve como, inmediatamente, aparecen candidatas a quitarle el puesto en el
PSOE extremeño, alguna de ellas ferviente ‘pedrista’. Así que ni corto ni
perezoso Vara se quita la chaqueta, se arremanga la camisa y no pierde un
instante en convertirse en abanderado de esa izquierda radical a la que criticaba unos días antes, asegurando que la sanidad “no puede depender
de cuántos pantalones o faldas venda Zara” uniéndose así a la ristra de
podemitas que han aprovechado las generosas donaciones del gallego para
demostrar su sectarismo, su ausencia absoluta de escrúpulos y su nivel
intelectual al nivel de una ameba. Todo con tal de conservar el sillón.
Porque hay que ser muy sectario para criticar los
320 millones de euros que Amancio Ortega ha donado para la adquisición de
equipos oncológicos en la sanidad pública. Sólo hay que rascar un poco en las
biografías de esos que critican al gallego para descubrir por qué lo hacen.
Todos son funcionarios públicos vinculados a partidos o asociaciones de izquierda radical. Rechazan
las donaciones porque son voluntarias y provienen de un empresario ejemplar,
pero reclaman más fondos públicos, que deberían robarnos a Amancio Ortega, a ti
y a mí, expropiándonos o subiéndonos los impuestos. Fondos que, por supuesto,
irían a caer a sus manos, porque nadie mejor que ellos saben lo que se debe
hacer con nuestro dinero. Las donaciones de Chávez y de los Ayatolás no las
rechazan, faltaría más. En realidad no están locos, sino que son unos listos
que han sabido hacer del discurso del odio, de la envidia y del resentimiento
social, una forma de vida. A ellos personalmente les va de cine así. Quizá
hasta sepan que eso que ellos proponen sería la ruina de España, como ha pasado
siempre que se ha intentado poner en práctica su ideología asesina. Pero les da
igual, porque ellos sacan provecho, igual que ahora quiere hacer Fernández Vara.
Cualquier sociedad puede asumir un
pequeño número de enfermos de odio, pero es inasumible que ocupen los puestos
que les hemos dado a estos indeseables. Llevamos años haciendo maestros de
nuestros hijos y gestores de nuestros impuestos en cargos públicos de
responsabilidad a gentuza como esta. Y ahora los hemos metido a dirigir
ayuntamientos y los hemos hecho diputados y senadores. Son una pequeña minoría de
izquierda radical
a la que la sociedad debería tratar como a inadaptados. Pero han sabido aprovechar
la crisis económica y la corrupción del PP y del PSOE, para recabar los apoyos
de muchos ingenuos y de demasiados resentidos como ellos. O reaccionamos,
empezamos a poner sentido común y los mandamos a donde merecen o, como dice mi
amigo, el censurado por Twitter @verdadesofenden, “nos vamos al guano”.
Publicado el 14/06/2017 en OKdiario
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