Sánchez es polvo, mas polvo enamorado


 

serán ceniza, mas tendrá sentido;

polvo serán, mas polvo enamorado.


Al final del soneto titulado Amor constante más allá de la muerte, Francisco Quevedo deja constancia de que ni siquiera la parca pondrá fin al amor que siente por… no se sabe quién. Quevedo formaba parte de la nobleza española del Siglo de Oro, pero la alta cuna no le evitó nacer contrahecho, cojo, con ambos pies deformes y una tremenda miopía. Poco dado a la vida ordenada, vivió amancebado y cuando ya tenía 54 años y fue nombrado secretario del Rey, se vio forzado a casarse con una viuda para intentar alejarle de su vida disoluta, asiduo cliente de tabernas y lupanares; pero este matrimonio apenas duró tres meses tras los que volvió a su mala vida. Su obra le define como un evidente misógino hacia las mujeres reales, que dirigía sus versos de amor inalcanzable hacia un tipo de mujer idealizada e inexistente.


Como Quevedo, Pedro Sánchez es un hombre enamorado, pero a diferencia del poeta no se le da bien escribir cartas de amor y sus sentimientos no van dirigidos hacia ninguna mujer, ni siquiera a Begoña Gómez, su esposa, a la que utiliza como excusa. Pedro Sánchez es sólo polvo enamorado de sí mismo.

 

Sánchez es polvo: residuo que con cualquier movimiento se levanta en el aire. Ha conseguido ser investido como presidente del Gobierno con los peores resultados de la historia, con sólo 121 diputados, a falta de 55 para la mayoría. Lo logró por una carambola en la que necesita a la vez el apoyo de la ultra extrema izquierda comunista, los golpistas independentistas catalanes de izquierda y extrema derecha xenófoba, los proetarras y los nacionalistas vascos tradicionalistas de derechas. Los necesita a todos a la vez y sin todos no puede aprobar ni una sola ley, así que va a tener que gobernar hasta sin presupuestos, necesitando contar con el consenso de 16 partidos distintos, entre los que hay 8 con más de 5 diputados que pueden hacerle caer en cualquier momento.


Sánchez es polvo: producto cosmético que se utiliza para el maquillaje. Aparenta una fortaleza de la que está tremendamente alejado. Ha montado todo este teatrillo de hacer creer que estaba tan harto de nosotros que era capaz hasta a renunciar al Falcon, al Palacio de las Marismillas en Doñana y a la Residencia Real de La Mareta, en Lanzarote. Y lo ha hecho nada más que para obligar a retratarse a los suyos, no sólo a los diputados y senadores del PSOE, sino a todos los concejales de pueblo a los que ha obligado a organizar excursiones a Madrid en autobús con bocadillo, para mostrar su sumisión al líder. Y a los plumillas a los que queda enorme llamarles periodistas, a quienes ha forzado a firmar un vergonzoso manifiesto en el que declaran su amor inquebrantable al que les paga un plato de lentejas cada día.


Y forzándolos a retratarse es cuando todo el mundo ha podido comprobar lo solo que está. Ninguno de los estadios de fútbol de Primera división tiene una asistencia media más baja que los jubilados que fue capaz de juntar el PSOE para mostrar su apoyo en Ferraz. Los que menos, el Coliseum del Getafe reúne normalmente a más de 11.000 personas; y el Montilivi del Girona, a más de 12.000. Y de ahí, todos para arriba. También la mitad de los clubes de Segunda reúnen cada fin de semana a más de los escasos 10.000 forofos que fueron el sábado a gritarle lo guapo que es para así convencerlo de que se quedara. Y de la lista de firmantes del manifiesto de apoyo a Sánchez frente al «golpismo mediático» sólo hay que decir que la encabezan insignes eruditos tan ilustrados como Rosa Villacastín, Maruja Torres, Gerardo Tecé, o Rosa María Artal… lo más ridículo de cada casa.


Ahora Pedro Sánchez pone «un punto y aparte». A partir de hoy seguirá sin tener apoyos parlamentarios para aprobar ningún proyecto y continuará sin tener respaldo popular ni siquiera entre los afiliados de su partido. Permanecerá sin poder salir a la calle sin ser abucheado e insultado por la inmensa mayoría de la gente común y corriente. Tras este punto y aparte va a intentar amordazar a la prensa libre y controlar a los jueces independientes, como ya controla la fiscalía. Pero no lo va a conseguir, porque está más solo que la una y seguirá sin ser nada más que polvo enamorado de sí mismo hasta que en las próximas elecciones soplemos y se lo lleve el viento.

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